1.Llorar hasta la última gota de su cuerpo
Frankie
se levanta aturdido después de una noche atormentada. El tiempo infernal de
esta noche impidió Frankie pegar el ojo ni media hora. La lluvia había
conseguido romper todo lo que se encontraba debajo su imponente fuerza
destructora.
Me
levanté despacito para acercarme a la ventana. El sol se escondió, ya hacia
unas cuantas horas, tras una muralla de niebla. Se volvió y dedico una mirada
rápida a su despertador. Marcaba las seis en punto.
El día
anterior Sydney nos confesó a Gigs y a mí, que su madre había decidido sin
ningún motivo concreto marcharse a Sydney para volver a iniciar una nueva vida.
Triste
al recordar aquellas palabras, se acerco a su mesilla de noche y cogió su móvil.
Un mensaje… Qué extraño pensó Frankie. Con los ojos rojos de cansancio intento
descifrar el mensaje que se proyectaba sobre la pequeña superficie del móvil.
Buenos días, Frankie. Me imagino que leerás
este texto por la mañana, cuándo te levantaras. No te enfades conmigo, que es
lo único que quiero evitar. Ayer mi madre decidió, sin escuchar ni la mínima
opinión que pedíamos mis hermanas y yo, de marcharse como unas ladrones hacia
la “aventura”. Como lo ha llamado ella. Así que me despido con ese mensaje.
Nunca te olvidare mi rara avis. :D Adiós.
Frankie
leyó, y volvió a leer el mensaje varias veces. Cuando realizo que Sydney se
había marchado definitivamente sin haberla podido abrasarla una última vez, se
cayó al suelo. Y las lágrimas de la noche anterior le cegaron, se agolpearon en
sus ojos y comenzaron a correrle por las mejillas.
2. Las afueras de Sydney.
…
-Adiós
Sydney. – exclamó Frankie moviendo la mano de un lado a otro.
-Volveré
a visitarte cuando pueda. Mi amigo – chillo Sydney para que la oyera.
Sydney
intento enviarle un beso con la mano, pero le resulto imposible.
Agotada
por haber tenido que participar en los empujones que se hacían la gente para
poder tener sitio en el avión, se sentó rápidamente en el primer lugar que
encontró. Mientras la gente se sentaba, Sydney pensó en los tres pisos que
contenía el avión y le resultaba divertido que la gente tenga tanta prisa, por
el hecho que aquel avión iba sobrado en sitio disponible.
De
golpe se sorprendida, porque no vio aparecer el chico sentado a su lado. Le
recorrió una sensación extraña cuando la toco.
-
Perdonadme por molestar pero no he encontrado sitio y sin pedir
vuestra permisión me he sentado. ¿No esperaba…?- estaba fascinado por la
belleza de Sydney- ¿o… guardaba el sitio
por alguna persona en concreto? -pregunto dubitativo el hombre.
-
No, no, no. Esta libre, os podéis quedar aquí.
-
Muchas gracias. ¿Vuestro nombre es?
-
Mi nombre… Ah mi nombre! Sydney.
-
Muy bonito. Filou. -susurro misteriosamente y mirándola con
exageración.
-
El vuestro también. Tiene como unas pinceladas de originalidad.
-
¿Vuestro viaje donde se acabará? Porque el mío tiene un largo trayecto
antes de llegar a su fin. Voy a Sydney… - bajando la entonación de su voz,
miraba nervioso alrededor suyo.
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La ciudad de Sydney |
Sydney
lo miro con sus ojos desorbitantes. Y comprendió que una nueva aventura la
esperaba y precisamente en aquellos momentos ya había empezado.
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